Los campesinos y leñadores que la han visto, dicen que es una señora
corpulenta, elegante, vestida de hojas frescas y musgo verde, con un
sombrero cubierto de hojas y plumas verdes. No se le puede apreciar el
rostro porque el sombrero la opaca. Hay mucha gente que conoce sus
gritos o bramidos en noches oscuras y de tempestad peligrosa. Vive en
sitios enmarañados, con árboles frondosos, alejada del ruido de la
civilización y en los bosques cálidos, con animales dañinos.
Los campesinos cuentan que cuando la Madremonte
se baña en las cabeceras de los ríos, estos se enturbian y se
desbordan, causan inundaciones, borrascas fuertes, que ocasionan daños
espantosos.
Castiga a los que invaden sus terrenos y pelean por
linderos; a los perjuros, a los perversos, a los esposos infieles y a
los vagabundos. Maldice con plagas los ganados de los propietarios que
usurpan terrenos ajenos o cortan los alambrados de los colindantes. A
los que andan en malos pasos,
les hace ver una montaña inasequible e impenetrable, o una maraña de
juncos o de arbustos difíciles de dar paso, borrándoles el camino y
sintiendo un mareo del que no se despiertan sino después de
unas horas, convenciéndose de no haber sido más que una alucinación,
una vez que el camino que han trasegado ha sido el mismo.
El mito es conocido en Brasil, Argentina y Paraguay con nombres como: Madreselva, Fantasma del monte y Madre de los cerros.
Dicen que para librarse de las acometidas de la Madremonte
es conveniente ir fumando un tabaco o con un bejuco de adorote
amarrado a la cintura. Es también conveniente llevar pepas de cavalonnga
en el bolsillo o una vara recién cortada de cordoncillo de guayacán;
sirve así mismo, para el caso, portar escapularios y medallas benditas o
ir rezando la oración de San Isidro Labrador, abogado de los montes y
de los aserríos.
Hace muchísimos años el Cacique Tairón, vecino de los Michúes tenía
como rutina ofrecer un sacrificio. En uno de ellos, apareció de repente
una nube que esparcía rayos de mil colores. Entre más se acercaba, era
más fácil distinguir que en su seno iba una mujer muy hermosa. Tairón y
su tribu cayeron de rodillas, lanzando exclamaciones y gritos de
alegría, pues creyeron que llegaba a ellos el dios a quien le estaban
ofreciendo el sacrificio.
La dicha aumentó cuando la deslumbrante dama le entregó a Tairón y a su tribu una tierna niña y las instrucciones
precisas para criarla y forjar su futuro. Los Taironas dedicaron toda
su atención y esmero a la crianza de esta hermosa criatura y por nombre
le pusieron Mirthayú y la eligieron como su única reina.
Mirthayú se convirtió en la adoración de los Michúes por su belleza, personalidad
y el amor que manifestaba hacia su tribu. Pero un día llegó un gigante
llamado Matambo, que se encargó de sembrar el terror en la tribu de
los Taironas. Ellos, ante aquella amenaza, recurrieron presurosos a su
reina y le suplicaron que interviniera ante el inminente peligro.
Mirthayú se enfrento al gigante y éste al verla
quedo hipnotizado por su belleza. Entonces, inclinó reverente su cabeza
ante la reina y le pidió disculpas por el atropello que estaba
cometiendo contra los suyos. Así todo volvió a quedar en paz armonía.
Entre Mirthayú y Matambo nació una amistad que
después se convirtió en amor. Juntos resolvieron viajar al macizo
colombiano, guiados por el hilo brillante formado por las aguas del rió
Guacacalló, hasta llegar a su nacimiento. Al regresar, el gigante tuvo
que enfrentarse a la tribu de los valientes Michúes, quienes se
opusieron a que Matambo cruzara por sus predios.
Para evitar que algo le pasara a su amada, Matambo
le pidió que se alejara hacia los cerros del oriente para que desde
allí observara su triunfo o su derrota. Sin embargo, desde lejos,
Mirthayú vio como miles de Michúes atacaban a su amado. La pelea terminó
cuando el gigante cayó estruendosamente al suelo. Mirthayú desesperada
intentó prestarle ayuda y le pidió apoyo a su jefe Tairón, pero todo
fue en vano.
La reina recurrió a los hechiceros para que le
devolvieran la vida a su amado, pero ellos nada pudieron hacer.
Recorrió los senderos en busca de auxilio y arrancó su rubia cabellera,
el viento se la arrebató de las manos y la esparció por la zona
cercana dando origen a los farallones y altares que hoy se observan al
llegar al municipio de Gigante, en el Huila.
Mirthayú desfalleciente y de rodillas pidió
protección a Tairón y a sus dioses y cuando menos lo esperaba se
aproximó una nube de colores de la que descendió su madre. Ésta la tomó
entre sus brazos, limpió sus lágrimas y la acompañó en su llanto. Pero Mirthayú se desplomó sobre el suelo y murió.
La reina pronto entregó su alma al creador del
universo. La cabeza de Mithayú quedó hacia el oriente, los pies sobre
el río Guacacallo, la mirada prolongada al infinito y los senos desnudos
y desafiantes, como dos pirámides enfrentadas al sol. Hoy, después de
muchos años, Mirthayú y Matambo están convertidos en dos enormes rocas
encantadas, visibles desde la carretera central del Huila. Ella con sus
atractivos "senos de reina" y él con la perfección de su perfil, ambos mirando hacia el cielo.
Cuenta la leyenda que en la localidad de plato vivía un hombre pescador,
al que le gustaba mirar a las mujeres que lavaban y se bañaban en las
aguas del río Magdalena. Tenía tanto interés por observarlas, pero a la
vez tanto miedo de ser descubierto que fue en busca de un brujo a la
alta guajira (cuya capital conocemos, Riohacha). Este brujo le dio como
solución dos pócimas, una roja y otra blanca. Con la poción roja se
convertiría en caimán, y podía observar de cerca a las muchachas sin
peligro de que lo descubrieran y luego, lógicamente, le fueran a dar un
escarmiento. La poción blanca en cambio lo devolvería a su estado
natural humano y un amigo debía suministrársela a la vuelta de sus
correrías.
Durante un tiempo el hombre disfruto de su condición y de sus correrías,
observando a las mujeres mientras se bañaban, inocentes, en el río. Un
día su compinche no pudo acompañarlo, pero envió a otra persona que era
la encargada de suministrarle la pócima que lo haría hombre. Al ver el
caimán de cerca, el hombre se asusto y dejo caer la botella,
derramándose su contenido. Se perdió el antídoto, pero unas gotas
cayeron sobre la cabeza del hombre caimán, dejándolo mitad hombre, mitad
caimán.
A partir de ahí el hombre no pudo espiar a más mujeres mientras se
bañaban por que se convirtió en el terror del lugar. Nadie se baño mas
en esa parte del río y el hombre caimán solo era visitado por su madre,
quien le preparaba y llevaba sus alimentos favoritos. A la muerte su
madre el hombre caimán decidió dejarse arrastrar por el río hasta su
desembocadura, donde desapareció. Aun hoy los pescadores tienen la
esperanza de cazarlo.
A las jovencitas que tienen novio y cuando éste está de visita, las
fastidian con órdenes o secretos malignos al oído, que hacen que el
pobre joven se indigne y termine el noviasgo. Si no esta presente el
muchacho o pretendiente, las perturban en la casa con órdenes y consejos, hasta que logran que no se realice el matrimonio.
Durante el sueño,
estos espíritus les ocasionan pesadillas, las llaman a un lugar
conocido, hasta que las tornan sonámbulas. Así han encontrado varias
vagando lejos de su residencia;
van o vienen por determinado sitio sin darse cuenta ellas de tal acto,
hasta que alguno de la familia o conocido la encuentra en estado de
subconsciencia.
Son incontables los casos que se conocen, de familias y
jóvenes que han tenido que emigrar a sitios distantes para librarse de
tan fastidiosa persecución. No hay ciudad o pueblo, donde no se hayan
conocido estos desastrosos acontecimientos ocasionados por los duendes.
En una antigua hacienda, vivía un matrimonio con tres hijas casaderas; todas tenían novio y con frecuencia
hacían fiestas, que no eran más que simples reuniones ejemplares donde
primaban los juegos de salón o las demostraciones artísticas
acompañadas de algún instrumento.
Un sábado en que estaba revolucionada la casa con la
llegada de más invitados, en la cocina se alistaba la preparación de
ricos manjares. La servidumbre se sentía impresionada porque nada de lo
que emprendían podían realizarlo. Resolvieron llamar a la patrona para
advertirle que no se podía hacer nada, porque todo resultaba mal; que
parecía que los diablos estuvieran metidos allí, porque no podían
realizar el oficio que les habían asignado. La señora con las tres
hijas se alarmaron más, porque a ellas, en las habitaciones interiores
les sucedía iguales cosas.
Cuando la señora entró sola al salón, escuchó una voz tras
de la puerta que decía: "...no se afane que los invitados no vendrán.
Hoy están de honras fúnebres...". Al escuchar esto lanzó un grito la
pobre señora, pero la voz se dejó oír de nuevo: "...no se asuste,
agradézcame el aviso...".
La dama no pudo más. Llamó a sus tres hijas para contarles
lo sucedido y para que le ayudaran a pensar cómo remediaban lo
acontecido. Estaban en conjeturas, cuando llegó un peón trayendo la
misma noticia que había suministrado el duende.
Apenas llegó el esposo lo puso al corriente de los misteriosos sucesos, manifestándole mudarse inmediatamente para el pueblo.
El trasteo se efectuó en la semana siguiente y cuando la
dueña estaba sola desempacando baúles y petacas, escuchó tras de la
puerta la misma voz que le decía: "...en que le puedo servir?. Sabe
usted... me vine entre los tremotiles del viaje...". La señora asustada
le pregunto: "eres un bicho, un alma en pena o que eres?". La
respuesta no se dejó esperar: "...soy tu amigo, tu fiel compañero y
servidor...".
Así un día y otro día seguía el duende atormentando a la
dama, ocasionándole un nerviosismo desesperado. Tan pronto el esposo
llegó del campo, manifestó su
deseo de trasladar toda la familia a la capital del país. El esposo
algo contrariado porque este viaje le ocasionaba pérdidas en sus
negocios, ante la apremiante situación de intranquilidad y desasosiego
tuvo que acceder. Vendieron ambas posesiones y se marcharon.
Cuentan que cuando la dama esta distribuyendo los muebles
y demás enseres del equipaje, la voz volvió a atormentarla en una
forma tan pertinaz que ya no tuvo alientos de luchar y enfermó.
Las hijas alarmadas llamaron al cura de la parroquia para que fuera a bendecir la casa y hacer exorcismos. Dicen que fue la única forma de librarse de los tormentos del duende.
El mito del Ánima sola tiene lugar
sobre todo en la región de El Chocó colombiano.
Es creencia que rezando rosarios a la
Virgen del Carmen se reduce en favor de los difuntos el tiempo del Purgatorio.
Se cree que esta práctica es eficaz para todas las almas de los difuntos menos
para el Ánima sola, que está condenada a sufrir en el Purgatorio hasta el día del Juicio Final.
El creyente del mito considera que el
Ánima sola, después de tanto tiempo purgando, es un alma purificada y con poder
de hacer milagros y favores. Aseguran que muchas personas sienten su compañía y
que aquellos que duden de la bondad del Ánima sola recibirán su visita envuelta
en las llamas y quedarán sin habla durante días, hasta reponerse del susto que
recibirán.
Los días del Ánima sola son
especialmente el Viernes Santo y el dos de Noviembre, que es el día de Los
Difuntos.
Considerable como una de las leyendas más conocidas del llano. Cuenta
la vida del hombre que quería ser el más poderoso de la región, su
nombre era Juan Francisco Ortiz, amo y señor de las tierras de la
Macarena. Este señor hizo un pacto con el diablo en el cual le
entregaba su mujer e hijos, a cambio de mucho dinero, ganado y tierras.
El diablo le dijo a Juan que
agarrara un sapo y una gallina, a los cuales debería coserle los ojos y
enterrarlos vivos un Viernes Santo a las doce de la noche, en un lugar
apartado, luego debería invocar el alma y el corazón. Juan cumplió con
lo encomendado. Pasando varios días, el hombre se dió cuenta que los negocios prosperaban.
Una madrugada se levantó temprano, y al ensillar su caballo divisó un imponente toro negro, con los cuatro cascos y los dos cachos blancos. Pasó este hecho desapercibido y se fué a trabajar como de costumbre.
En la tarde regresó de la faena y observó que el toro todavía se encontraba merodeando la casa.
Pensó "será de algún vecino". Al otro día lo despertó el alboroto
causado por los animales, se imaginó que la causa podía ser el toro
negro. Trató de sacarlo de su territorio, pero esto no fue posible
porque ningún rejo aguanto.
Cansado y preocupado con el extraño incidente se
acostó, pero a las doce de la noche fue despertado por un imponente
bramido. Al llegar al potrero se dió cuenta que miles de reces pastaban
de un lado a otro. Su riqueza aumentó cada vez más. Dice la leyenda
durante muchos años fue el hombre más rico de la región.
Hasta que un día misteriosamente empezó a
desaparecer el ganado y a disminuir su fortuna hasta quedar en la
miseria. Se dice que Juan Machete después de cumplir su pacto con el diablo, arrepentido enterró la pata que le quedaba y desapareció en las entrañas de la selva.
Cuenta la leyenda que en las tierras de la
marraneras deambula un hombre vomitando fuego e impidiendo que se
desentierre el dinero de Juan Machete.
Habita
entre la maraña espesa de la selva virgen, en las cumbres de la
llanura. Con la única pata que tiene avanza con rapidez asombrosa. Es el
endriago más temido por colonos, mineros, cazadores, caminantes,
agricultores y leñadores.
Algunos aventureros dicen
que es una mujer bellísima que los llama y los atrae para enamorarlos,
pero avanza hacía la oscuridad del bosque a donde los va conduciendo con
sus miradas lascivas, hasta transformarse en una mujer horrible con
ojos de fuego, boca desproporcionada de donde asoman unos dientes de
felino y una cabellera corta y despeinada que cae sobre el rostro para
ocultar su fealdad.
En otras ocasiones, oyen los lamentos de
una mujer extraviada; la gritan para auxiliarla, pero los quejidos van
tornándose más lastimeros a medida que avanza hacia la víctima y cuando
ya está muy cerca, se convierte en una fiera que se lanza sobre la
persona, le chupa la sangre y termina triturándola con sus agudos
colmillos.
La defensa de cualquier persona que la
vea, consiste en rodearse de animales domésticos, aunque advierten que
le superan los perros, calificándolos a todos como animales "benditos".
Se dice que este personaje fue inventado
por los hombres celosos para asustar a sus esposas infieles,
infundirles terror y al mismo tiempo, reconocer las bondades de la
selva. Cuentan que en cierta región del Tolima Grande, un arrendatario
tenía como esposa una mujer muy linda y en ella tuvo tres hijos.
El dueño de la hacienda deseaba
conseguirse una consorte y llamó a uno de los vaqueros de más confianza
para decirle: "...vete a la quebrada y escoje entre las lavanderas la
mejor; luego me dices quién es y cómo es...". El hombre se fue, las
observó a todas detenidamente, al instante distinguió a la esposa de un
vaquero compañero y amigo, que fuera de ser la más joven, era la más
hermosa. El vaquero regresó a darle al patrón la filiación y demás datos sobre la mejor.
Cuando llegó el tiempo de las
"vaquerías", el esposo de la bella relató al vaquero emisario sus
tristezas, se quejó de su esposa, pues la notaba fría, menos cariñosa y
ya no le arreglaba la ropa con la misma asiduidad de antes; vivía de mal
genio, era déspota desde hacía algunos días hasta la fecha. Le confesó
que le provocaba irse lejos, pero le daba pesar con sus hijitos.
El vaquero sabedor del secreto,
compadecido de la situación de su amigo, le contó lo del patrón,
advirtiendo no tener él ninguna culpabilidad.
El entristecido y traicionado esposo le
dio las gracias a su compañero por su franqueza y se fue a cavilar a
solas sobre el asunto y se decía: "...si yo pudiera convencerme de que
mi mujer me engaña con el patrón, que me perdone Dios, porque no
respondo de lo que suceda...". Luego planeó una prueba y se dirigió a su
vivienda. Allí le contó a su esposa que se iba para el pueblo porque su
patrón lo mandaba por la correspondencia; que no regresaba esa noche.
Se despidió de beso y acarició a sus hijos. A galope tendido salió por
diversos lugares para matar el tiempo. Llegó a la cantina y apuró unos
tragos de aguardiente. A eso de las nueve de la noche se fue a pie por
entre el monte y los deshechos a espiar a su mujer.
Serían ya como las diez de la noche,
cuando la mujer, viendo que el marido no llegaba, se fue para la
hacienda en busca de su patrón. El marido, cuando vio que la mujer se
dirigía por el camino que va al hato, salió del escondite, llegó a la casa,
encontró a los niños dormidos y se acostó. Como a la madrugada llegó la
infiel muy tranquila y serena. El esposo le dijo: De donde vienes?.
Ella con desenfado le contestó: de lavar unas ropitas. De noche???,
corto el marido.
A los pocos días, el burlado esposo
inventó un nuevo viaje. Montó en su caballo, dio varias vueltas por un
potrero y luego lo guardó en una pesebrera vecina. Ya de noche, se vino a
pie para esconderse en la platanera que quedaba frente a su rancho. Esa
noche la mujer no salió pero llegó el patrón a visitarla. Cuando el
rico hacendado llegó a la puerta, la mujer salió a recibirlo y se arrojó
en sus brazos besándolo y acariciándolo.
El enfurecido esposo que estaba viendo
todo, brincó con la peinilla en alto y sin dar tiempo al enamorado de
librarse del lance, le cortó la cabeza de un solo machetazo. La mujer,
entre sorprendida y horrorizada quiso salir huyendo, pero el energúmeno
marido le asestó tremendo peinillazo al cuadril que le bajo la pierna
como si fuera la rama de un árbol. Ambos murieron casi a la misma
hora.Al vaquero le sentenciaron a cárcel, pero cuando salió al poco
tiempo, volvió por los tres muchachitos y le prendió fuego a la casa.
Las personas
aseguran haberla visto saltando en una sola pata, por sierras, cañadas y
caminos, destilando sangre y lanzando gritos lastimeros. Es el alma en
pena de la mujer infiel que vaga por montes, valles y llanuras, que
deshonró a sus hijos y no supo respetar a su esposo.